lunes, 14 de octubre de 2013

El ginecólogo

Ginecólogos parece que hay tantos como tipos de setas. En el primer embarazo fuimos a dos visitas del ginecólogo privado, un chico que fue compañero de clase mío. Lo cierto es que pica el bolsillo ir a una consulta de estas y para lo que se pagó, además teníamos que llevar nosotros el DVD. ¡Para cagarse! La primera vez el chico se tomó su tiempo y bien, pudimos ver más que en las ecografías del sistema público de sanidad, averiguamos el sexo del bebé, y nos quedamos tranquilos al saber que todo iba bien.
Nos recetó” una serie de visitas programadas según las etapas del embarazo, pero por cuestión de presupuesto, sólo fuimos a otra de las últimas, con la que ya no nos causó la misma impresión que en la segunda visita.
En esta ocasión, unas amigas de mi mujer le hablaron muy bien de otro ginecólogo. Hemos probado el cambio y no tiene nada que ver, aunque eso sí, la espera aún se hizo más larga si cabe que con el otro ginecólogo inicial. Los dos salimos verdaderamente encantados de la consulta por el trato, la información, los detalles, la calidez de la voz, la secretaria y la atención (en esta nos daban el DVD, aunque el precio de la visita era cinco DVD’s más cara que el otro ginecólogo). ¡Yo me habría ido a vivir con este hombre!
Pero pensando un poco más, ambos ginecólogos trabajaban en la sanidad pública y tenían consulta privada hasta adentrada la noche. ¡La pasta que deben ganar! Y además, no nos dieron ni una factura, ni un recibo, ni una simple nota. ¡Dinerito negro al bolsillo! Y ahí, el estado dice que quiere acabar con el dinero negro, se sabe de este tipo de consultas y hacienda no mete las narices. Y ahora tu a pagar religiosamente, con todos los ingresos bien detallados y sin demora.

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