martes, 2 de agosto de 2011

134 Un buen negocio

Hace unos días tuvimos cita con el pediatra, que la volvió a medir, a pesar, nos dio unas orientaciones sobre la lactancia y cuánto debía aumentar de peso a la semana y también nos explicó que si todos los días, hacia la misma hora, observábamos que la niña se ponía a llorar sin tener hambre, eructos o "necesidad de ir al wc", posiblemente se tratase de los llamados "cólicos del recién nacido". ¡Bueno, parece que ya teníamos alguna explicación para las noches de insomnio!. Quizá estábamos cerca ya de encontrar la solución. Sólo esperaba que realmente los cólicos del recién nacido no fueran la explicación que sirve como cajón desastre cuando no se sabe en realidad lo que le sucede al niño. Hablándolo poco después con nuestra cuñada, nos dijo que ella había probado un jarabe homeopático que fue bien con su hijo.
Así que una vez más, desde que salimos del hospital, visitamos la farmacia. Primero había sido un medicamento homeopático para facilitar la dilatación (y ya se ve cual fue su resultado); cuando nos dieron el alta, visto que mi mujer aún no tenía la subida de leche y tenía los pezones al rojo vivo, compramos un bote de leche; después le recetaron a mi mujer unas vitaminas para la lactancia; también tuvimos que comprar una crema cicatrizante para aplicarla donde ella tenía los puntos; después fue un biberón, unas gasas y suero para limpiarle los ojos, y ahora el jarabe para la niña.
En poco tiempo, nos habíamos gastado tanto como la ayuda mensual que da el gobierno, por no hablar que en quince días habíamos gastado ya un paquete de 82 pañales y otro de toallitas y eso que no somos de los que cambiamos el pañal porque sí, sino sólo cuando es necesario.
Sin duda, la muerte, como el nacimiento, son dos de los negocios más seguros en nuestro país, porque tan pronto dejamos atrás el hospital y empezamos a adentramos en el mundo de la farmacia, nuestra cuenta corriente empezó a perder agua por otro nuevo agujero.

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