miércoles, 30 de marzo de 2011

069 Tormenta de medianoche

Estaba yo tan tranquila y plácidamente durmiendo anoche que casi me molestó sentir esa mano deslizándose hacia la entrepierna. Me acarició una y otra vez hasta que todo cobró el tono deseado, al parecer, para combatir el insomnio, buscando agotarse con esa actividad nocturna y frenética sorprendente, que realmente perseguía conciliar el sueño. ¡Yo quería dormir!, pero por supuesto no podía dejar escapar esa sorprendente oportunidad y quise "dar la talla", como todo buen varón.
Los cuerpos se humedecieron y por fin se unieron. Necesité algo de tiempo, porque una parte de mi seguía dormida, que no era precisamente el estandarte masculino. A la luz del despertador digital, nuestros cuerpos se frotaron una y otra vez con tenues gemidos. Ella era quien llevaba todo el movimiento y yo llegué donde cabía esperar. Agotada, se recostó buscando ver si la fatiga llamaba al sueño y conseguía descansar. Yo me quedé como un bendito, durmiendo como si nada hubiese pasado. Ella continuó con esa duermevela constante desde que se ha quedado embarazada y que no le permite conciliar el sueño de tirón durante toda una noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario