Casi desde el primer día me está diciendo que le diga algo al bebé, dado que más o menos a partir del cuarto mes se dice que es capaz de reconocer la voz del padre puesto que esta es más grave. En ocasiones me he sentido forzado a decir algo que me ha dejado sin ocurrencia alguna y la boca cerrada. Por el momento prefiero acariciar esa barriga que va cogiendo forma muy lentamente y que parece endurecerse más por las noches. Tampoco quiero decir esas ñoñerías sin sentido que los adultos acostumbran a decirles a los bebés, como no paro de oírles también a los vecinos, del tipo “ajo, tata gugu”. ¡Quien sabe, quizá cuando nazca acabo siendo el primero que babea y no para de decir estas tonterías!.
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